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Capitalismo canibal

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No es pintoresco, no es exótico ni decorativo y, desde luego, no permite versiones de bisuteria como las que se pueden hacer con esa culebrilla alquímica tan mona que se muerde la cola hasta que se devora. No es un anillo, es el capitalismo, que también se devora a sí mismo. Y tú vas dentro. Este párrafo podría ser un buen resumen del libro que nos ocupa hoy: “Capitalismo caníbal. Cómo nuestro sistema está devorando la democracia y el cuidado y el planeta, y qué podemos hacer con eso” (Nancy Fraser, Siglo XXI editores, 2023). Pero si a ti, como a nosotros, te apasiona Nancy Fraser puedes seguir leyendo. Los libros de Fraser tienen la virtud de ser directos, hacer partir la teoría crítica del sentido común, del realismo que llevamos dentro, porque nadie necesita una ristra de demostraciones para desvelar la crisis y los efectos del capitalismo. Basta con experimentos simples, que cualquiera puede hacer en casa: querer respirar, querer comer, querer dormir en una cama calentita, querer tener tiempo. Otra de las grandes contribuciones de Fraser, que reaparece aquí y allá en este libro, es su visión integral de la justicia, ese asunto del que no se discute en la política de izquierdas porque la moral es una enorme fuente de pasiones políticas, pero hemos convenido en que sea un asunto extra-político. Por supuesto, el texto de Fraser no necesita meter estas pullitas, se basta con recordar que una idea de justicia sin la adecuada articulación de los valores de redistribución, reconocimiento y representación produce monstruos. Ahora bien, este escenario de crisis constante, estructural, policéntrica no es suficiente para afectar de forma sería la legitimidad sistémica. Como una decena de marksfisheres nos han recordado, casi nadie cree que el capitalismo sea la mejor idea. De hecho, existe un entero sector de negocios basado sobre la premisa de que los más ricos se van a cargar el mundo y la gente les va a perder el cariño, de modo que tienen años para dar con un cohete de escape, construir un búnker, diseñar la varita mágica para que su jefe de seguridad no les esclavice. Si la perspectiva de la crisis de Fraser es brillante es porque descansa en una concepción ampliada del capitalismo y de su crisis: no se trata de un sistema económico, sino de una institucionalización extensa de un determinado orden social. En su estricta versión económica, el capitalismo tampoco era la pera, sino más bien ese régimen irracional y poco cercano a la libertad y a la buena vida de quien debe trabajar bajo el mismo. Pero esta perspectiva ampliada sube al máximo la apuesta. Así, a lo largo de las últimas décadas, Fraser ha identificado e historiado distintas esferas de la realidad social que el capitalismo se ha empeñado en excluir, como un medio para que las cuentas económicas y políticas le cuadren. En este ámbito de los pilares ¿no-económicos? Fraser sitúa a todos los pueblos, personas, territorios y riquezas que las economías centrales extraen sin compensación o con una compensación menor, debido a que existe un entramado colonial y racista, hacia fuera y hacia dentro, que permite esta expropiación acumulada. Entre estos pilares ¿no-económicos?, esta, por ejemplo, la esfera de la reproducción social. Esa conocida actividad de dar cuerda al mundo y a sus vivientes que se paga, cuando se hace, en peores condiciones que otras producciones, porque para eso está la virtud femenina, el amor, el contrato matrimonial, los linajes y la posibilidad de encalomar el ajuste de nuestros horarios imposibles a otras mujeres más pobres y con menos opciones. Otro tanto ocurre con las relaciones que el capitalismo adopta con la naturaleza: grifo o vertedero. Pozo sin fondo de materias primas (que es como se dice en económico “te voy a pagar un mojón y ya te lo devolveré caro como coche o barato como residuo”). Un otro constitutivo del nosotros prometeico. Y, por supuesto, existe toda una institucionalidad pública y común que lo protege, sostiene y amplía con distintos servicios públicos, saberes jurídicos y prácticas comunales estas actividades. En este contexto, crisis política no significa otra cosa que el viejo “no se os puede dejar solos”. Es decir, una necesidad creciente de romper el pacto social del bienestar y erosionar las bases de la democracia para poder orientar esas instituciones hacia el beneficio cortoplacista. Una perspectiva ampliada del capitalismo implica la inclusión de todos estos elementos en su análisis. Asimismo, entender que esas distintas esferas cuya subordinación hace posible que la institucionalidad capitalista profundice esa crisis estructural se alimentan y se constituyen de forma inescindible, como bien saben las resistencias a esas formas de injusticia. Encontramos aquí, al final del programa, este otro gran aporte de Fraser: la mejor forma de comprender el funcionamiento sistémico la han alcanzado las resistencias, cuando defienden la naturaleza y con eso su modo de vida y continuidad en el mundo, o cuando explican de qué manera la regulación de la extranjería es un producto de la misoginia tan intenso como el patriarcado intra-hogares. De este modo, la manera que propone la autora de diseñar una estrategia socialista, desde esa misma ambición sistémica, debe contar también con una noción ampliada de las alternativas, no solo economicista, y que se haga cargo de todas estas esferas. Es decir, un reto del volumen de nuestros problemas. Nos escuchamos. Imagen: Imagen de Freepik
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Basta con experimentos simples, que cualquiera puede hacer en casa: querer respirar, querer comer, querer dormir en una cama calentita, querer tener tiempo. Otra de las grandes contribuciones de Fraser, que reaparece aquí y allá en este libro, es su visión integral de la justicia, ese asunto del que no se discute en la política de izquierdas porque la moral es una enorme fuente de pasiones políticas, pero hemos convenido en que sea un asunto extra-político. Por supuesto, el texto de Fraser no necesita meter estas pullitas, se basta con recordar que una idea de justicia sin la adecuada articulación de los valores de redistribución, reconocimiento y representación produce monstruos. Ahora bien, este escenario de crisis constante, estructural, policéntrica no es suficiente para afectar de forma sería la legitimidad sistémica. Como una decena de marksfisheres nos han recordado, casi nadie cree que el capitalismo sea la mejor idea. De hecho, existe un entero sector de negocios basado sobre la premisa de que los más ricos se van a cargar el mundo y la gente les va a perder el cariño, de modo que tienen años para dar con un cohete de escape, construir un búnker, diseñar la varita mágica para que su jefe de seguridad no les esclavice. Si la perspectiva de la crisis de Fraser es brillante es porque descansa en una concepción ampliada del capitalismo y de su crisis: no se trata de un sistema económico, sino de una institucionalización extensa de un determinado orden social. En su estricta versión económica, el capitalismo tampoco era la pera, sino más bien ese régimen irracional y poco cercano a la libertad y a la buena vida de quien debe trabajar bajo el mismo. Pero esta perspectiva ampliada sube al máximo la apuesta. Así, a lo largo de las últimas décadas, Fraser ha identificado e historiado distintas esferas de la realidad social que el capitalismo se ha empeñado en excluir, como un medio para que las cuentas económicas y políticas le cuadren. En este ámbito de los pilares ¿no-económicos? Fraser sitúa a todos los pueblos, personas, territorios y riquezas que las economías centrales extraen sin compensación o con una compensación menor, debido a que existe un entramado colonial y racista, hacia fuera y hacia dentro, que permite esta expropiación acumulada. Entre estos pilares ¿no-económicos?, esta, por ejemplo, la esfera de la reproducción social. Esa conocida actividad de dar cuerda al mundo y a sus vivientes que se paga, cuando se hace, en peores condiciones que otras producciones, porque para eso está la virtud femenina, el amor, el contrato matrimonial, los linajes y la posibilidad de encalomar el ajuste de nuestros horarios imposibles a otras mujeres más pobres y con menos opciones. Otro tanto ocurre con las relaciones que el capitalismo adopta con la naturaleza: grifo o vertedero. Pozo sin fondo de materias primas (que es como se dice en económico “te voy a pagar un mojón y ya te lo devolveré caro como coche o barato como residuo”). Un otro constitutivo del nosotros prometeico. Y, por supuesto, existe toda una institucionalidad pública y común que lo protege, sostiene y amplía con distintos servicios públicos, saberes jurídicos y prácticas comunales estas actividades. En este contexto, crisis política no significa otra cosa que el viejo “no se os puede dejar solos”. Es decir, una necesidad creciente de romper el pacto social del bienestar y erosionar las bases de la democracia para poder orientar esas instituciones hacia el beneficio cortoplacista. Una perspectiva ampliada del capitalismo implica la inclusión de todos estos elementos en su análisis. Asimismo, entender que esas distintas esferas cuya subordinación hace posible que la institucionalidad capitalista profundice esa crisis estructural se alimentan y se constituyen de forma inescindible, como bien saben las resistencias a esas formas de injusticia. Encontramos aquí, al final del programa, este otro gran aporte de Fraser: la mejor forma de comprender el funcionamiento sistémico la han alcanzado las resistencias, cuando defienden la naturaleza y con eso su modo de vida y continuidad en el mundo, o cuando explican de qué manera la regulación de la extranjería es un producto de la misoginia tan intenso como el patriarcado intra-hogares. De este modo, la manera que propone la autora de diseñar una estrategia socialista, desde esa misma ambición sistémica, debe contar también con una noción ampliada de las alternativas, no solo economicista, y que se haga cargo de todas estas esferas. Es decir, un reto del volumen de nuestros problemas. Nos escuchamos. 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